Oro parece, plata no es… La fruta intertropical más consumida en el mundo es un clásico en los fruteros y su forma, un eufemismo de lo más recurrente y amarillo. ¿Pero qué pasa cuando nos olvidamos de él, su color oscurece y se acentúa su blandura? De una apetitosa pieza de fruta pasa a existencial dilema. ¿Lo tiramos? La respuesta no admite discusión. En recetasenserie no tiramos nada, y menos durante esta crisis que parece ha de durar más que el más largo de los inviernos que se recuerden en Westeros. Además, los plátanos maduros tienen multitud de usos y tirarlos, desde ya, queda declarado como locura.
¿Pero qué podemos hacer con unos plátanos negruzcos y blandos como la gelatina? Su nombre científico, Musa x paradisiaca, parece quedar muy lejos de la imagen que tenemos ante nosotros. Cerrar los ojos y tragar en lugar de degustar siempre es una opción, aunque la madurez del plátano queda perfectamente disimulada, y exquisita al paladar, entremezclada, por ejemplo, en un bizcocho, esa masa dulce horneada amiga de todos y de fácil elaboración. Vamos allá…
INGREDIENTES:
- 250 gr de harina
- 100 gr de azúcar
- 50 gr de mantequilla
- 2 huevos
- 1 cucharadita de levadura
- 1 pizca de sal
- 1/2 cucharadita de canela molida
- 3 plátanos maduros
ELABORACIÓN:
PASO 1
Mezclamos tamizadas en un bol la harina, la levadura, la sal y la canela y reservamos.
PASO 2
En otro cuenco, batimos los huevos con el azúcar, añadimos la mantequilla y batimos un poco más.
PASO 3
Machacamos bien los plátanos maduros y los mezclamos con los huevos.
PASO 4
Unimos las dos mezclas y batimos a mano hasta conseguir una masa homogénea de textura espumosa.
PASO 5
Engrasamos y enharinamos un molde y agregamos la mezcla.
PASO 6
Horneamos a 160° durante 55 minutos o hasta que al pincharlo con un palillo éste salga limpio.
RECOMENDACIONES:
- Durante el paso 4, podemos añadir pepitas de chocolate o nueces picadas para darle un toque crujiente a la textura final del bizcocho.
- Nunca abrir la puerta del horno antes de las primeras ¾ partes del tiempo de cocción. De lo contrario, nuestro bizcocho se convertirá en un Titanic, esto es, se hundirá sin remedio.
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