cartel_promocional_hannibal¿De dónde saca Hannibal tiempo para la alta cocina? Esta es la pregunta que me asalta cada vez que el doctor Hannibal Lecter televisivo (Mads Mikkelsen) maneja vísceras de sus víctimas. Imagino que el efecto buscado con tan gráficas secuencias es muy diferente, más encaminado, creo, al terror y a la repugnancia, y a la fascinación que camina de su mano. Pero, en lugar de experimentar estas fuertes emociones básicas, me pongo a dudar con la cabeza fría.

Lecter no sólo tiene una consulta privada, con un horario que puede ir de media a jornada completa, sino que también “ayuda” al FBI evaluando la psique de su analista criminalista estrella, Will Graham (Hugh Dancy), asesina con astucia e impunidad, aunque aún no hayamos sido testigos de ninguna de sus matanzas, y convierte los restos de sus víctimas en platos exquisitos acompañados de los mejores caldos y la más fina vajilla. Además de una mente genial y asesina, está claro que sus habilidades para el planning son igualmente excelsas.

Otra de las preguntas que me asaltan es su pulcritud portentosa. ¿Quién se mete a la cocina vistiendo un traje hecho a medida y consigue salir indemne de tamaña osadía? Ni un lamparón le he visto todavía. Vale que la composición del personaje esté cincelada en frío mármol para más acojone del personal,pero nadie que cocine puede creer en tanta providencia. Es justo decir que en la primera secuencia culinaria, Lecter vestía el ortodoxo delantal, pero a partir de ese momento las reglas se relajan: en la segunda con Morfeo, quiero decir, Jack Crawford (Laurence Fishburne) viste ya chaleco y corbata, con la sola precaución de despojarse de la chaqueta, y en la tercera y última hasta el momento, repitiendo con Crawford y añadiendo a su señora, Lecter luce traje de sastre al completo, inmaculado y almidonado, a juego con su jeta. 

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Sería demasiado estricto acusar a Hannibal de falta de verosimilitud por no dar respuesta a estas quisquillosas y tontas preguntas. Si nos creemos las casi paranormales habilidades de Will Graham, a los sofisticados, eficientes y artísticos asesinos en serie y el atrevimiento, inmoralidad, potra y ridiculez de la bloguera Fredricka Lounds(Lara Jean Chorostecki), el tiempo necesario para cocinar platos tan elaborados no debería preocuparnos lo más mínimo, aunque la verosimilitud sea, desde luego, un asunto muy serio y algo sesudo.  El vasto mundo lúdico nos ofrece una definición sencilla para explicar en qué consiste la verosimilitud en una obra de ficción, que no es otra cosa que las reglas del juego que en cada obra el autor propone y el público acepta. Así, Superman vuela, los replicantes existen y se mueven en una sociedad distópica, las estaciones pueden durar varios años, incluso décadas, en la tierra de los Siete Reinos, el ser humano se convierte en una simple pila flotando en un coma inducido de realidad virtual, o los universos se desdoblan con cielos de dos lunas y Olivias pelirrojas y rubias.

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Nos tragamos cualquier cosa, pues nuestras tragaderas son amplias y generosas, con tal de que nos informen desde el principio de las reglas que regirán la partida y, lo más importante, que éstas nunca se rompan. Si estamos jugando al chinchón no podemos, de golpe, pasar al póker. Si nos cambian las reglas abruptamente o, simplemente, aparecen de la nada como conejos blancos de la chistera de un mago chapucero en mitad del camino, nos sentimos estafados, nuestro orgullo se mosquea y no volvemos a creernos nada de lo que se nos cuenta.

Sin embargo, ninguna historia de ficción resistiría un verdadero test de verosimilitud, ya fuera su tono fantástico o naturalista/realista. La verosimilitud también tiene sus convenciones. No hay como ver comedias que parodien películas o series de éxito para troncharte con las absurdas convenciones que aceptamos sin pestañear. El tema, desde luego, es complejo. Pero podemos aceptar que si la objetividad pura no existe, igual sucede con la verosimilitud absoluta.

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Así pues, ¿por qué me pongo a divagar sobre la verosimilitud cuando veo los episodios de Hannibal? Puede que este desvío de atención sea una voz de alarma de mi progresiva pérdida de interés en las tramas y personajes de la serie. De momento sigo viéndola, pero esta duda me asusta mucho más que las vísceras.


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